Yo también fui loco en Pana.
Yo también vagué por sus senderos
a altas horas de la noche,
escrutando una a una
sus flores químicas.
Yo también coleccioné
grandes locuras
en mañanas sin nadie.
Frente a paredes completas,
fui dándole a mayo
mis sucesivos cadáveres psiquiátricos.
El mundo cambiaba
a cada rato,
era profundo,
todas esas sombras:
tres soles negros.
Contemplé en los ojos
de un niño
los ciento veinte verdes verdugos.
No sé ni cómo logré
cruzar la calle.