Los músicos


A Josué, A Giovanni, A Pablo

He tocado en ciertas noches
memorables el ala rota de los músicos.

He concluido que en el corazón de un músico
hay un ojo pavorosamente abierto,
que sólo sabe distinguir lo blando y lo inútil de la vida.

No hay otra leucemia, ni más blanca,
que la leucemia de alguien
que corta con su voz acuchillada
el último sentido de las cosas.

Y yo lo escucho. Y él me escucha, suavemente.
Y canta y busca los pedazos de su brazo,
y nada encuentra, salvo el vacío y las botellas.

Se puede decir que tanto el músico como yo
hemos fracasado bastante,
y por eso más que nada es que nos entendemos.

Yo tampoco tengo brazo;
no construyo calles; no tengo hijos.

Sobre la terraza, escucho a esos músicos tocar,
a la hora en que los helicópteros no producen tristeza.