De Panajachel recordaré el pan

De Panajachel recordaré el pan
y las cenizas del pan.

Recordaré: las bicicletas,
las golondrinas escondidas
en el sexo de locas extranjeras,
recordaré lo tierno y lívido
de perros sarnosos,
un niño, las pinturas de Annie.

Irrefutables indígenas
caminan grandes distancias
por un gota de cianuro.
A ellos los recordaré también.
Y recordaré cada una de las treinta monedas
con que fueron vendidos al olvido.

No olvidaré jamás los nuevos nudos,
las nuevas complejidades
que descubrí en Pana,
porque el ser humano
es siempre un espejo arrugándose.

Y recordaré el viento,
oh apenas el viento,
la crónica de un viento de noviembre.

Así vengan los ángeles del cielo
y me pongan una pistola en la boca,
yo estaré viendo
al único ángel verdadero,
al ángel del lago,
sucesivo en los eones,
paloma de algas y sesos.

Y me quedaré oyendo la humedad
de las paredes
(a veces cómo rezan las paredes
cuando las copas a veces caen).

Y recordaré cuando comíamos pizza
en la caseta, vos y yo,
y los turistas, ellos, no querían regresar a casa.