Sobre las cenizas de San Pedro
ellos han construido otro rubio apocalipsis.
Aún desde el otro lado del lago
se escucha la música malva
de cientos de decapitados.
Primero será el agua rojísima.
Y luego vendrán los gatos flotando.
Así sabremos que los niños
de las manos moradas han entrado en la niebla.
Déjenlos que bailen.
Les ordeno que los dejen bailar.
La hora es de los que bailan,
aún si luego se matan verdaderamente
los unos a los otros, una y otra vez.