Nadie lo sabe,
pero mi vecino es Cat Stevens.
A veces se mete al lago,
y nada siete veces cincuenta metros.
Le gusta coleccionar piedritas
que encuentra en la playa.
Ha venido a este pedazo de sur
porque ya está a verga de la fama,
como de hecho ya está a verga de Alá.
Casi nunca toca guitarra,
pero cuando lo hace,
caen los pájaros, en éxtasis.